viernes, 27 de septiembre de 2013

MARATON NACIONAL DE LECTURA

27 DE SEPTIEMBRE


GATOPATO Y LA PRINCESA MONILDA
 


Una vez, en el bosque de Gulubú, apareció un Gatopato.
¿Cómo era?
Bueno, con pico de pato u cola de gato. Con un poco de plumas y otro Poco de pelo. Y tenía cuatro patas, paero en las cuatro calzaba zapatones de pato.
¿Y cómo hablaba?
Lunes, Miércoles y viernes decía miau.
Martes, jueves y sábado decía cuac.
¿Y los domingos?
Los domingos, el pobre Gatopato se quedaba turulato sin saber que decir.
Una mañana calurosa tuvo ganas de darse un baño y fue hasta la laguna  de Gulubú. Toda la patería lo recibió indignada.
- ¿Qué es esto?- decían los patos-, ¿un pato con cola de gato?
Y como era lunes, el Gatopato contestó miau.
¡Imagínense!
¿Se imaginaron?
Los patos se reunieron en patota y le pidieron amablemente que se marchara, porque los gatos suelen dañar a los patitos.
Y el pobre Gatopato se fue muy callado, porque si protestaba le iba a salir otro miau. Caminó hasta un rincón del bosque donde todos los gatos estaban en asamblea de ronrón, al solcito.
Y como el Gatopato los saludó diciendo miau, lo dejaron estar un rato con ellos, pero sin dejar de mirarlo fijamente y con desconfianza.
El pobre Gatopato se sintió muy incómodo entre gente tan distinguida.
Muchos días pasó el pobre completamente turulato y llorando a cada rato adentro de un zapato.
Y aquí se cuenta la maravillosa Hasta que una tarde pasó por el bosque la Princesa Monilda, toda vestida de organdí, y lo vio, llorando sin consuelo, a la sombra de un maní.
- ¡Qué precioso Gatopato! – dijo la Princesa
- ¿De veras te parezco lindo, Princesa? – preguntó el Gatopato ilusionado.
- ¡Precioso, ya te dije! – contestó la Princesa.
- Sin embargo, aquí en el bosque nadie me quiere – se lamentó el Gatopato.
- Si quieres, yo te puedo querer – le dijo la Princesa cariñosa.
- Sí, quiero que me quieras – dijo el Gatopato -, siempre que tú quieras que yo
quiera que me quieras, Princesa.
- Yo sí que quiero que quieras que yo te quiera – respondió la Princesa.
- ¡Qué suerte! – dijo el Gatopato.
- Hacía años que quería tener un Gatopato en mi palacio – dijo la Princesa.
Y lo alzó delicadamente, le hizo mimos y se lo llevó al palacio, donde el Gatopato
jugó, trabajó, estudió y finalmente se casó con una Gatapata.
La Princesa cuidó a toda la familia Gatipatil, dándoles todos los días una rica  papilla de tapioca con crema Chantilly.
Y todos vivieron felices hasta la edad de 99 años y pico.
Y de este modo tan grato...
...se acaba el cuento del Gatopato.
mARÍA eLENA WALSH.